Taiwán: Tainan, en la costa occidental
Del mismo modo que nos dieron la bienvenida, nos despiden los cazas que sobrevuelan sin descanso la ciudad. Tranquilos, el reconocimiento no nos lo hacen a nosotros, afortunadamente no somos tan importantes, sino a su territorio, pues estamos frente a las costas de China.
Hoy dejamos atrás Tainan, ciudad a la que, entre otras muchas cosas, el país le debe su nombre. Es decir que Taiwán viene Tainan el cual, a su vez, se deriva de "banco de arena" en lengua aborigen.
Pero no hemos decidido venir a conocer la ciudad por este desarrollo nominal, sino por su importancia histórica, pues habiendo sido la antigua capital de Taiwán, es aquí donde empezó todo, donde se empezó a formar el país que conocemos hoy.
Como la historia de cualquier lugar, la de Taiwán es igualmente compleja. Aún así os la voy a intentar resumir muy brevemente para que podáis comprender las fotos que luego os enviaré y os aproximéis, así, un poco más a esta sociedad que reclama un reconocimiento propio y separado de China.
Como ya os conté, los primeros habitantes de la isla fueron diferentes poblaciones de aborígenes que llegaron por mar desde tierras austronesias. Sin embargo, en el siglo XVII, la vida de estas culturas dio un giro de ciento ochenta grados cuando unas cuantas fragatas holandesas de la Compañía de las Indias Orientales atracaron en los bancos de arena de Tainan e inmediatamente se dieron cuenta de la rentabilidad que les podría aportar establecer una base de operaciones aquí en sus relaciones comerciales con China y todo el Oriente. Ni cortos ni perezosos, tal como se estilaba en aquellos años, se pusieron manos a la obra, tomaron Tainan y la colonizar on, teniendo que defenderla a capa y espada no solo de los pobladores autóctonos, sino también de las garras españolas que, como ellos, tampoco ponían coto a sus ansias expansionistas y ya se habían establecido en el norte, cerca de la actual Taipéi.
Por otro lado, mientras estos dos países europeos se daban tortas por ver quién se quedaba con la isla, en la costa de enfrente, los chinos, también se las daban, pero entre ellos. La dinastía Qing quería suplantar a la antigua dinastía Ming por lo que estuvieron en guerra hasta que, finalmente, los primeros derrotaron a los segundos. Los perdedores que se resistían a reconocer la nueva línea dinastica fueron perseguidos y tuvieron que huir. Entre estos estaba Koxinga, de profesión almirante naval e hijo de pirata que, sabiendo de la prosperidad de los holandeses, allí fue con sus veinticinco mil hombres y cuatrocientos barcos a echarlos para levantar su propio estado, hazaña que le costó nueve meses de asedio, pero que consiguió y que le valió para ser reconocido padre de la patria taiwanesa pues posteriormente, ya sin europeos por medio, fue fundando colonias y poblando toda la isla con otros chinos afines a él y contrarios a los Qing.
Cuando Koxinga murió, su hijo y heredero, desbarató todos los planes de su padre y acabó por reconocer la dinastía Qing tras perder una guerra con ellos. De este modo, Taiwán pasó a formar parte del territorio chino, al que permaneció sin interrupciones hasta que en el siglo XIX los japoneses ocuparon la isla. Como también os referí, durante este tiempo Taiwán vivió un gran florecimiento cultural y una drástica modernización de sus infraestructuras. Sin embargo, el dominio nipón sólo duró unos cuantos años y terminó con el fin de la Segunda guerra mundial, volviendo el país de nuevo a manos chinas. A partir de aquí, los inquietantes acontecimientos de la historia taiwanesa siguieron su senda hasta la contravertida situación política actual, pero ese es otro capítulo que nos aleja de Tainan.
Porque todo esto que os he contado sucedió mientras Tainan fue la capital y en cuyos numerosos templos, vestigios y configuración urbana ha quedado impresa la huella del pasado. Sin embargo, la ciudad que recorremos es un lugar muy diferente a Taipéi. Aunque mantiene elementos comunes con ella como la importancia de la comida (en Taiwán todo gira en torno a la comida) y la higiene pública, no es tan organizada, ordenada y aséptica como la capital. Tampoco se respira un ambiente laico, sino todo lo contrario. Por su condición de capital administrativa y religiosa durante más de trescientos años, si algo tiene Tainan son devotos creyentes y ricos, hermosos e interesantes templos, sobre todo, budistas y taoistas dedicados a personajes ilustres como Koxinga o su madre, o deidades como Mazu, el dios protector de los pescadores, y que aquí es el que cuenta con más followers.
De los treinta y ocho años de dominio holadés apenas queda nada, solo restos arqueológicos bajo las nuevas viviendas construidas y un fuerte militar, aunque sólo sea en parte, ya que fue rehecho y cambiado por los japoneses.
La ciudad tampoco cuenta con una red de transporte público abundante y eficiente, lo que favorece el uso desmesurado de scooters y coches y, con ello, como por desgracia sucede en tantas ciudades asiáticas, la alta polución del aire es a veces irrespirable y no te queda otra que usar mascarilla. Por fortuna llueve bastante, lo que limpia la atmósfera y mantiene vivos los frondosos y generosos árboles de los parques y del entorno selvático, donde anidan innumerables aves cuyos variados cantos ponen una música a la ciudad mucho más amable y simpática que la de los motores de los vehículos.
Hasta la próxima entrega. Besos a tod@s.
Iñaki
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