Taiwán: Kaohsiung
Un grupo de extranjeros juega al Frisbee en el mar, hay adultos y niños que, por la cercanía con la que se relacionan, se diría que son familia. Se ríen, sobretodo los más pequeños. Sus carcajadas activan las mañas más íntimas del corazón e, inevitablemente, me traen algunos recuerdos de mi infancia en la playa, del juego en las mañanas luminosas de verano, de la mirada amable de mi padre, de aquellos días en los que nosotros fuimos ellos, cuando nuestras carcajadas también rompían el cielo azul plano y nítido de Málaga para, desde allí, caer al mar y teñirlo todo de colores. El mar... Nosotros no jugábamos al Frisbee, sino a la pelota, pero para el caso es lo mismo.
Estamos en una playa de Kaohsiung, más bien en la playa de una isla de Kaohsiung. No es una de esas islas paradisiacas sinónimo de envidia, es todo lo contrario, de arena negra y con un horizonte repleto de grandes barcos mercantes, ya que Kaohsiung es el puerto más importante de Taiwán. Sin embargo, aunque no estemos rodeados de arena blanca y cocoteros, el paisaje es pintoresco, de hecho, muy pintoresco. De casas hechas con pocos recursos y de gente tranquila y sencilla de mar que hace lo que puede para sobrevivir con dignidad; es lo que hace tan agradable el ambiente. También hay un chiringuito, varias palmeras y referencias a Tailandia, destino playero por excelencia en el sudeste asiático. Es su intento de no vivir solo del mar y del puerto.
A lo largo de la calle principal, que une la playa con el templo más antiguo de Kaohsiung dedicado a Mazu, patrona de los pescadores, se disponen varias pescaderías, quiosquillos con abalorios de mar y los omnipresentes puestos de comida, en esta ocasión, principalmente de pescado. Al final de este goloso y formativo paseo se encuentra el embarcadero, junto al templo, desde donde se cruza en transbordador a la otra orilla, es decir, a la isla de Taiwán. A este lado, las coloridas fachadas del muelle de Kaohsiung dan cobijo a enormes naves llenas de comercios y cafeterías. Aquí nos hemos encontrado a un grupo de niños que volvían de una excursión en barco. Más o menos tendrían siete años e iban acompañados de sus profesoras, todas equipadas con gorra, bermudas y banderín. En un momento, los niños nos han saludado en inglés y, cómo no podría ser de otra manera a esta edad, entre risas y bromas. Les hemos respondido y se han reído más. La profesora, por esto de aprovechar cualquier ocasión de inmersión lingüística, les ha animado a poner en práctica sus conocimientos elementales y hacernos algunas preguntas. Los más atrevidos se han lanzado mientras el resto nos miraba asombrados, con la boca abierta, creo, debido a la naturalidad con la que les hemos respondido y dado coba. Entretanto, alguna risotada nerviosa también ha estallado. Unos pocos minutos después, nos hemos despedido y todos han canturreado a coro y a ritmo de batuta-banderín de la profesora: bye bye.
El puerto queda atrás y ya volvemos a estar rodeados de paneles luminosos y hormigón. Por fortuna no se respira tanta polución como en Tainan, hay menos coches gracias a la eficiente red de metro y autobuses. Kaohsiung es una ciudad ágil pero, además, moderna donde se encuentran todas las nuevas tendencias taiwanesas. Y es que en los últimos años, la ciudad ha llevado a cabo una metamorfosis gracias a la cual ha reducido los niveles de contaminación y ha recuperado antiguos espacios industriales para el público, transformándolos en zonas de expresión artística y esparcimiento social. Algo así como le sucedió a Barcelona, que de gusano pasó a ser mariposa. De momento, pasear por las calles de Kaohsiung es un placer. Y digo de momento, porque habrá que ver cómo evoluciona este proceso transformador, ver cómo envejecen los grandes espacios de recreo, los edificios vanguardista que dibujan el nuevo perfil y los numerosos ready made que convierten la ciudad en un museo al aire libre; habrá que ver si, también como a Barcelona, no le clavan el alfiler para disecarla. De momento, uno no se cansa de pasear, ver y admirar.
De los tres días que hemos pasado en esta ciudad al suroeste de Taiwán, el último se lo hemos dedicado a visitar el tercer templo budista más grande del mundo, Fo Guang Shan, que está a unos cuantos kilómetros de aquí. No sabemos si será realmente el tercero porque, a veces, en esto de los rankines sucede como en las peluquerías con las entrañables abuelitas y la discusión de quién tenía más admiradir@s rondándoles la puerta: "yo más, yo muchos más que tú". Aún así, lo que sí es evidente es que Fo Guang Shan es grande, más que grande, enorme, gigantesco. Un business en toda regla con museo, restaurantes y hotel que, sin ánimo de ofender a los seguidores de las enseñanzas de Buda, en su afán de crear una impresión de poder, el faraónico complejo parece más un BudaLand que lo que en teoría es, un lugar para divulgar el budismo y fomentar el crecimiento espiritual. En fin, otra de las infinitas contradicciones del ser humano. De todas formas, como este BudaLand, además de crearte una forzada admiración te asegura el divertimento, nosotros no hemos sido menos y nos hemos dejado llevar en eso del entretenimiento por sus edificios y jardines. Viendo nuestro interés por saber, los voluntarios, con bondad y generosidad, todo hay que decirlo, no han escatimado en explicaciones sobre las magnificencias materiales del museo ante las que nos encontrábamos.
Sin darnos cuenta, la tarde se nos ha ido echando encima. De Fo Guang Shan hemos vuelto en un taxi compartido con una pareja estadounidense. Han sido muy amables para acordar el taxi y en el trayecto hemos estado charlando amigablente de los motivos y paradas de nuestros viajes por Taiwán. Luego, una vez llegados a Kaohsiung, han pagado su parte, han bajado del taxi y se han ido tranquilamente sin, ni siquiera, decir adiós, marchando delante de nosotros como dos perfectos desconocidos. —Más contradicciones del ser humano —pienso— qué raros somos y que efímera es la sonrisa de un niño.
Iñaki
Viajar te hace darte cuenta de la inmensidad, la variedad, y la heterogeneidad de nuestro mundo.
ResponderEliminarViajar de vuestra mano, me sale muy baratito, si.
😘
Me encanta, gracias por hacernos viajar contigo ❤️
EliminarGracias a vosotr@s por acompañarnos.
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