Postales de verano 12: Cenicienta

 

–Folla como un tigre –le dice Francesca a Bianca antes de marcharse–. Es una bestia. Me pone loca… Ciao, bella, he quedado con él. Vamos a ir al hospital a ver a tu novia.

–No es mi novia –se queja Bianca.

–Lo que tú digas… La pobre Irina. Anda, cara mia, tú descansa un poco que te hace falta. Tienes muy mal aspecto… Ciao, ciao… Nos vemos esta noche en el Buda… ¡Y descansa!

Cierra de un portazo. Tras el eco que deja el golpe viene el silencio. Un silencio discreto al principio, pero que rápidamente invade el apartamento hasta rodear la garganta de Bianca apretándola como si fuera una áspera soga.

–¡Mala puta! –estalla de repente la joven, refiriéndose a Francesca– ¡¿Por qué siempre tienes que tener tanta suerte?! –grita con rabia dando un puñetazo contra el sofá– ¡¿Por qué? ¡¿Por qué?! ¡¿Dios mío, por qué?! –y da otro golpe– ¡¿Por qué?! –y otro– ¡No hay derecho! –protesta– ¡No!

Encolerizada, va de un lado a otro de la habitación conteniéndose. Pasa a la cocina y aquí ya no puede más. Se sirve un vaso de agua y, antes de beber, arroja el recipiente de vidrio contra la pared mientras espeta un fuerte chillido de furia. 

–¡No, no, no! ¡Soy estúpida! –se reprocha antes de dejarse caer al suelo junto al vaso que acaba de hacer añicos– Hace conmigo lo que quiere… Quiero volver a casa… –se retuerce– Tengo que volver a casa o… o la mato. Mio Dio, aiutami! ¿Perché? ¿Por qué no estoy tan buena como ella? ¿Por qué no tengo sus tetas? ¿Su culo?... ¿Por qué me has hecho así?: ¡fea! Io sono una mostruosità –y llora, llora desconsoladamente sin poder parar.

Al rato, todavía encogida sobre sí y dominada por la aflicción de la envidia y su fealdad, nota que esta vez el silencio, de nuevo presente con su soga, viene también acompañado de un fuerte sentimiento de soledad dispuesto a sumarse peligrosamente al agudo malestar. Por eso, cortando de tajo toda posibilidad de dejarse arrastrar por el oscuro abismo al que suele arrojarle este sentimiento que conoce tan bien, en un amago de salvación, como si del tablón de un naufragio se tratara, dice quejumbrosa: “Alexa…: hola”.

–Hola –responde con vivaracha voz el altavoz que hay sobre la mesa del salón y que se ha activado al escuchar el saludo–. Me ha dicho un pajarito que hoy es el día internacional de los tuiteros –informa–, así que hoy será trending topic. Feliz día a todos los tuiteros, pajarito.

Cómeme el coño, Alexa –se queja. 

Pero al escuchar "coño" el aparato emite un sonido seco de graves estridencias y se apaga.

–No, no, Alexa. No te apagues –suplica arrastrándose por el suelo–, era una broma. Tú no puedes comerme nada, eres un puto altavoz. ¿Me oyes? ¡Un puto altavoz! –grita– ¡Eres un puto altavoz pasivo que solo cumple órdenes como yo! ¡Alexa!... Alexa, dime algo, por favor. Dime algo. Habla, no me dejes aquí sola… Alexa…

El altavoz no responde, así que Bianca rompe a llorar otra vez. Solo siente soledad y menosprecio hacia sí misma. Postrada bocabajo, gime para adentro, intenta contener el lamento para que el silencio, su peor acompañante, no la oiga. Que fea soy… Por qué no soy como Francesca. ¡¿Perché sono una mostruosità, mio ​​Dio?! 

Unos minutos más tarde, quizás porque la opresión en el pecho ha alcanzado su cenit o quizás porque ya está aburrida de representar un drama en el que nadie la va a aplaudir, el caso es que Bianca se incorpora de pronto y, con medio cuerpo erguido, hace como si la rabieta que acaba de tener no hubiera sucedido nunca. Así, se aparta el pelo húmedo de lágrimas y sudor de la cara, se atusa la cola de caballo con la gomilla pompón verde pistacho, toma aire y dice barbilla en alto: “Se acabó. Me vuelvo a Italia”.

–¡Alexa! –dice dirigente intentado conectar el altavoz–: Hola.

–Hola –reacciona el aparato–. Me ha dicho un pajarito que hoy es el día internacional de los tuiteros –repite–, así que hoy será trending topic. Feliz día a todos los tuiteros, pajarito.

–Gracias, Alexa –añade Bianca falsamente complacida–. Quiero escuchar “Piccere” de Daniele Pace.  

–Buena elección, aunque esta canción no es el mejor remedio para la melancolía.

–Y a ti qué coño te importa mi melancolía –farfulla entre dientes esta vez para que no la entienda el algoritmo–. Gracias, Alexa, por preocuparte de mí. Pero quiero escuchar “Piccere” de Daniele Pace. Estoy segura.

–Como quieras.

La canción empieza a sonar y en ese mismo momento Bianca repara en que sobre la mesa, junto al altavoz, hay una pequeña bolsa de cierre precintado con varias pastillas celestes dentro. “Estas son del camello de Alexis, seguro”, piensa. “Como no le va a gustar a Francesca…”, sigue rumiando ya con la bolsa abierta en una de sus manos. –Si la tiene todo el día drogada –dice ahora en voz alta. Entonces, se mete una de las pastillas en la boca y se la traga. Pues creo que lo va a querer una pastillita menos. ¡Alexa! –exclama interrumpiendo la canción–. Quiero escuchar otra vez “Piccere” de Daniele Pace.

–Muy buena elección –responde vivaracha la voz del altavoz.

–Ya lo sé.

El tema vuelve al principio. Las primeras frases roncas del intérprete las recita la italiana de pie, inmóvil, con la mirada perdida y todavía con el amargo de la pastilla pasándole por la tráquea. Luego, con los primeros golpes de órgano vuelve en sí, deja su cuerpo hacer y, de este modo, pasa de un balanceo discreto a una danza de movimientos cada vez más exagerados como su voz que, en lugar de callar para permitirse oír los versos de deseo y amor que recita el cantante, se impone átona, grave y ronca. 

Parafraseando, bailando y cantando va exorcizando toda su desazón hasta que la canción acaba.

–Alexa, pónmela otra vez, pónmela otra vez –insiste recuperando el aliento ya más animada.

“Piccere” suena por tercera vez consecutiva.

–Daniele, me matas –gime al oír la voz pelada del artista–... Y yo estoy que mato.

Acto seguido, los acordes de órgano de la apertura llevan a la joven al estado de baile anterior, al trance tal como lo había dejado. Todo parece igual que hace unos minutos, salvo por el pequeño cosquilleo que le recorre el estómago fruto de la pastilla que se acaba de tomar.

–Uuuuh –clama gustosa–. Esto me está subiendo –ríe–. Daniele, me matas. Cásate conmigo –le dice al cantante– Huiremos y viviremos felices en nuestro palacio de cristal, allí, muy lejos de todos.  ¿Quieres?... “Piccere” –grita interpretando eufórica la letra de la canción al mismo tiempo que su cuerpo bulle en una danza, si cabe, más grotesca que la anterior.

–Piccere, piccere, piccere –repite eufórica.

Baila de aquí para allá hasta que descubre su imagen reflejada en el espejo de la entrada y frena en seco. Se mira, su pecho se mueve rápidamente agitado, la canción sigue sonando. –Ey, tú–dice entonces dirigiéndose a ella sin separar la mirada de sus propios ojos. –¿Cómo te llamas? –hace una pausa–¿Cómo has dicho? ¿Fea? Imposible, en esta fiesta sólo invitamos a tías buenas como tú. ¿Tú te has visto bien? Mírate, por favor. Toma, aquí tienes un espejo. Ahora que te diga quién es la más guapa –hace una pequeña pausa–¿Ves? Tú, tú eres la más guapa de toda la grande Italia. Tú hoy te comes lo que te dé la gana, nena. Dicho esto, se dedica una amplia sonrisa, se da un beso arrebatador que deja toda la superficie del espejo pringada de babas, coge las llaves y el bolso y  tal cual sale de la casa.

–Vamos a demostrarle a todo este pueblucho de mierda lo buena que estás, vamos a enseñarles quién se va a ganar hoy el zapatito de cristal. 

Al poco, Bianca está mirándose en la cámara de su smartphone a punto de salir del taxi. Se siente deslumbrar, preparada para arrollar a quien se le ponga por delante, hombre o mujer. En los dos minutos escasos que ha durado el trayecto desde la parada de taxi junto a su apartamento hasta el Buda Bar, ha tenido tiempo suficiente para darse cuenta del atractivo que irradia hoy y de lo encantador de su vestido elástico leopardo. “¿Cómo no me he fijado antes en él con lo bien que me queda?”, piensa. Las chanclas negras que lleva también le encantan, resaltan el rojo lacado de las uñas en contraste con su piel tersa y morena. Sin duda, va bien elegante para ser el centro de la fiesta. 

¿How many? –le pregunta al taxista.

Five fifty, la carrera mínima, señora.

For you –le dice poniéndole desde detrás varios billetes de diez y veinte euros sobre el pecho–, compra un regalo alla tua ragazza.

Ya dentro del local, está bailando en la piscina con una copa de Moet & Chandon de la botella que ha dejado junto a la hamaca que ha alquilado. En el popular establecimiento la conocen, por eso los porteros la dejan entrar a pesar de su lamentable aspecto. Tampoco le han cobrado al momento el pack botella-hamaca, pues es una clienta que siempre paga sus cuentas. No sospechan que hoy no lo va a hacer, que Bianca no va a pagar nada porque va a vomitar en la piscina y cuando le vayan a exigir que sufrague el gasto antes de echarla, van a comprobar que no tiene nada encima. Por suerte para ella va a estar por allí Jimmy que, al percatarse de la situación, va a hacerse cargo de la deuda.

Oh, thaks you. You are a true gentleman. Vuoi ballare con me? (¿Quieres bailar conmigo?)

–Lo siento, no hablo italiano.

–Tú tienes que ser francés con ese acento. 

–Es mejor que vuelvas a casa.

–¿A casa? ¿Estás loco?

–Entiendo. ¿Cómo te llamas?

–Cenicienta y tú eres mi príncipe azul. ¿Te llamas Anthony?

–Te acompaño a la puerta antes de que te echen.

–No han dado las doce.

–Mejor que te vayas antes de que se deshaga el hechizo.

Ninguno dice nada. La chica le mira fijamente con la cara desencajada, el rímel corrido y una sonrisa cansada que a los segundos rompe con una carcajada seca y gruesa. –Está bien, principito azul. Me voy.

–Haces bien. Toma mi número de teléfono. Llámame cuando te encuentres mejor, quiero proponerte algo.

–Uy, uy, uy, cómo ha cambiado el cuento... –dice finalmente cogiendo la tarjeta que Jimmy le ofrece.

Bianca camina sola por la playa. Atardece. No sabe adónde va, pero si sabe que se siente tan bien que la vida le parece lo mejor que le ha pasado nunca.


Aquí puedes escuchar "Piccere" de Daniele Pace:

https://m.youtube.com/watch?v=7DJagamJ2dg&pp=ygUUcGljY2VyZSBkYW5pZWxlIHBhY2U%3D

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