Postales de verano 9 (1ª parte)
Karl está en la
cama de su cuarto. En una mano sostiene el móvil, en la otra su polla. Se está
masturbando mientras mira imágenes porno de tíos desnudos, gangbang entre negros, uniformados, jóvenes,
asiáticos, latinos... De pronto entra su primo Lukas sin llamar y
le sorprende. Karl se incorpora con brusquedad, se tapa y esconde el móvil
bajo las sábanas.
–¡Ja! –exclama
Lukas. –Te he pillado. Y sale del cuarto riéndose.
El alemán aturdido,
más por el temor de haber sido descubierto mirando porno gay que por el bochorno
de estar masturbándose, se levanta tras él, se pone el bañador, va hacia la puerta,
se detiene, toma aire todavía con la imagen en la retina de la última polla corriéndose en el ganbang, y sale de la habitación.
–¿Qué es lo que
me has pillado? –pregunta mientras se sirve agua despacio con las
mejillas ardiendo.
–Te la estabas
cascando, tío.
–Pero qué dices.
–¿No tienes
bastante con todas las que te follas? Eres un puto semental.
–Estaba desnudo para soportar mejor este puto calor,
nada más. Me he sobresaltado porque no quería que me vieras, te fueras a excitar.
–Que yo también
me hago pajas, ¿eh? No pasa nada, tío. ¡Ay! ¡Esa polla loca! –exclama dándole un
manotazo en los geniales.
–¡Quita,
maricón! Bueno, joder –reconoce finalmente–, es que me he despertado más
caliente que el puto sobaco de un panadero acordándome de la francesita que me la
chupó anoche en los baños.
–Haber
terminado, joder, tío.
–Pero si me
corrí dos veces en su boca y no se enteró.
–La paja, digo.
En este punto,
la conversación deja de girar en torno a la masturbación de Karl y cambia a los
planes que tienen los dos primos para hoy: gimnasio, comprar algo de
coca e ir a pasar el resto del día a la piscina del Buda bar. La playa no les interesa,
está siempre sucia y hay mucha gente local que sólo come y grita. Les desagrada.
Así que con la
perspectiva de un día prometedor por delante y el episodio de la masturbación esquivado,
Karl se mete en la ducha más tranquilo mientras Lukas prepara dos rayas de coca. De
pronto suena el teléfono del primero, pero como lo ha olvidado
en la cama y desde el baño no lo oye, el segundo va hasta la habitación de su primo y lo coge. Cuando lo
desbloquea para responder, le salta la última página de gangband que Karl ha
estado mirando, la de la corrida en la retina.
El teléfono aún sigue
sonando, vibra en la mano atónita del Lukas que ni siquiera mira quién es. “Tiene que ser un virus”, piensa. “Seguro que es un virus… Putos
virus”. Y va como un
autómata hasta la barra de la cocina y se mete las dos rayas de coca que acaba
de preparar para su primo y para él. Un momento después Karl sale de la ducha húmedo con
una toalla liada alrededor de la cintura. Al verlo, Lukas se dice: "es maricón".
–Hago la bolsa y nos vamos –sonríe Karl sin darse cuenta de que su primo le mira de arriba abajo, con un espanto difícil de disimular y con unas ganas irrefrenables de gritarle “maricón” si no fuera porque, por otro lado, su mente le dicta compulsivamente “es un virus, es un virus, es un virus…”.
–La burundanga –grita
ahora Karl desde su habitación–. Por si acaso.
–¿Y? ¿Me vas a
contar qué le pasa a tu primo, caro mio?
–le pregunta Bianca a Karl mientras corren juntos en la cinta. –¿No irá a
estar con esa cara todo el día?
–Lleva así desde
que hemos salido del apartamento. Yo que sé. Le habrán sentado mal la coca que se ha
metido antes.
–Entonces –dice la italiana dándose un cierto aire de misterio, –le vamos a tener que dar algo más fuerte para animarle.
–¿Tienes algo
aquí, o qué?
–Claro, me lo ha
pasado Alexis.
–Menos mal que aparecieron anoche a tiempo –dice ahora Karl. –Oye –continúa a fin de averiguar si sospechan algo de la burundanga que le pusieron a Francesca, –¿y cómo está?
–Bien, bien,
pero hoy se va a quedar en casa. Dice que todavía tiene mal cuerpo. Ma guarda, es raro tu primo, ¿eh? Ayer
tan encantador con Francesca y hoy así… Parece otra persona. Che stronzo. Por suerte –dice volviendo
al tema– Alexis se ha quedado con ella… Por suerte para nosotros, digo, porque
me ha dado unas cuantas pastillitas. ¿Sabes? Me parece que Alexis y Francesca se han
enamorado. Qué romántico, ¿verdad? Enamorarse nella bellissima Spagna…
–Como tú e Irina,
¿no?
–Ma che cazzo! –exclama seria. –Claro que no. Francesca se pasa todo el día con Alexis y yo me aburro como una ostra. Además, caro mio, yo prefiero los hombres –dice rotunda, mirándole con intensidad.
–¿Bajamos a la piscina? –interrumpe ahora Irina acercándose a ellos.
...
(Continúa en breve Postales de verano 9.2)
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