Postales de verano 1: Coca, sol, sexo y más, mucho más

Natasha (22 años), estudiante de Marketing y Relaciones Públicas, está preparando su maleta. Es del tipo Samsonite-imitación, multicolor-fluorescente. La tiene sobre la cama de su oscuro y poco ventilado dormitorio sin ventanas. La llena con ropa, calzado y complementos de verano, todo de colores vivos como su maleta. Kolenka comparte piso en un edificio de treinta y siete plantas a las afueras de Moscú en cuyos soportales se ubica un pequeño gimnasio al que suele ir la mayoría de los días de la semana a su entrenamiento de kick boxing. El equipaje lo tiene casi listo. En dos horas se va a encontrar con su amiga Irina (26 años) en la parada del trolebús. Desde aquí irán hasta el aeropuerto.

Alexei (24 años) también es ruso, concretamente de Novosibirsk. Mide un metro con noventa, pesa ochenta y nueve kilos, vive con su madre y trabaja en un supermercado como reponedor y cajero. Como el sueldo no le llega, completa sus ingresos vendiendo anabolizantes y productos dietéticos para culturistas. En sus ratos libres practica tiro con pistola y musculación en el gimnasio. Se esfuerza por mantener su cuerpo compacto como la roca. Ahora mismo se encuentra trabajando en el supermercado, es su último día antes de la semana de vacaciones que le corresponde. Hoy le toca caja. Son setecientos treinta y cuatro rublos, dice, pero en ruso. Esta mañana ha preparado su bolsa de viaje, la ha dejado en el almacén del establecimiento, en cuanto termine dentro de una y media se dirigirá al aeropuerto.

Karl (24 años) es alemán, de una pequeña aldea de la región de Baden-Wurtemberg. Es muy guapo, rubio a mechones, con ojos azules y una bonita sonrisa fácil sobre la que destacan sus dientes blancos y perfectos. Trabaja en una granja y se adora. Además de a él mismo, le gusta hacerse fotos con los animales y colgarlas en Instagram. Tiene más de quince mil seguidores. Es homosexual, pero nunca saldrá del armario. Habitual de Tinder, ha calculado que, si mantiene un ritmo de no más de tres encuentros por semana, nunca repetirá con la misma mujer sin salir de su región. Hans (25 años) y Lukas (24 años), sus primos, le acaban de recoger. Van a tomar un avión desde el aeropuerto de Basilea.

Francesca (23 años) es italiana, aunque nació en el sur, en Potenza, vive en Milán. Comparte piso con dos amigas en el centro histórico de la ciudad. Es morena, de expresivos y grandes ojos negros. Hace un año consiguió reunir el dinero que necesitaba para reducirse la nariz después de aumentarse los pechos y los labios. Trabaja en una tienda de ropa outlet de conocidas marcas. Colecciona peluches y le gustaría estudiar Turismo en la universidad de Milán, pero el trabajo, el gimnasio y las horas que pasa con el móvil no le dejan tiempo para hacerlo. No tiene perfil en Tinder pero sí en Meeting.it. En este momento está junto a su amiga Bianca (23 años) en la cola de embarque para el vuelo que se disponen a tomar.

Natasha, Irina, Alexei, Karl, Hans, Lukas, Francesca y Bianca de momento no se conocen, pero pronto lo harán. Han elegido la Costa del sol como destino para sus vacaciones de verano. Todo lo han gestionado por Internet. Era una de las mejores ofertas de sol, playa, sexo fácil y reguetón o, al menos, esta es a la conclusión a la que llegaron mirando Instagram. Irán llegando escalonadamente a lo largo del día de hoy y, aunque se alojan en lugares distintos, coincidirán mañana a mediodía en Buda Beach, un suntuoso restaurante a pie de playa cerca de Marbella que, como esta ciudad, ha logrado repetir el milagro de los panes y los peces, solo que con los metros cuadrados.

Amanece, es un nuevo día. Entrada libre para ellas y para ellos por cortesía de la casa en tiempos del corona virus. Palmeras de cultivo, piscina, tumbonas de a dos, sombrillas con penacho tropical, listones de madera, cañizos, cocos, luces rosa neón, atractivos camareros, gogós y música tecno. Wellcome, what do you want today? Les van preguntando según entran más atractivos camareros que deambulan cerca del acceso. Todos estiran su sonrisa, la cuelgan de sus gafas de sol. Fifteen euros, le dice la camarera de acento español que le pone el mojito a Irina. Qué caro, esto no lo avisaban en la web, creía que España era más barata, piensa Irina en ruso, Francesca en italiano y Karl en alemán. Cuerpos tersos y musculados, brillantes y morenos; camisetas de tirantillas ajustadas, anchos relojes de pulsera, gafas de sol, vestiditos traslúcidos, bolsitos de cadena dorada, tangas fucsias, bikinis negros o pistacho y colas de caballo les compensan la consternación del precio de las copas. Nadie lleva mascarilla. Huele a Black Opium, L’interdit y Dior Sauvage, algunos de imitación. Hace calor. Beben rápido. También huele a crema bronceadora y desodorante Axe. Todavía no se conocen, pero pronto lo harán.

Es la tercera copa de Alexai y la música tecno ya le dicta el ritmo de sus brazos que, sudorosos, se levantan hacia el sol recorridos por los ojos de su propia admiración. I am from Russia, le grita eufórico a Karl que está a su lado con su segunda copa y los brazos levantados sintiendo por sí mismo también admiración. Great, responde este. I’m from Germany. Ou, ou, ou, Deutschland-dangerous, añade el ruso. Nice to meet you. Karl se excita, se pone duro y lo disimula a la vez que Alexai le da un codazo y le señala a Francesca y Bianca que reposan semi tumbadas con sus escasos bañadores blancos y tachuelas doradas, a modo de cortesanas romanas, sobre los grandes almohadones de arabescos que se esparcen en las verticales gradas. Beautiful girls, beautiful girls. Y le vuelve a dar un codazo para animarle a que le acompañe hasta ellas. Y van. Y se presentan. Y Karl sonríe y ellas se derriten no por el sol sino por la inmaculada mueca del teutón y los olímpicos brazos del ruso. Y aceptan encantadas las copas que ellos les ofrecen, eso que se van a ahorran. Y cuando están en la barra aparecen por detrás Lukas con Irina y Hans con Kolenka. Y beben juntos, bailan juntos y se tiran a la piscina juntos para sumergirse en el frenesí. Onomatopeyas rozándose con otros cuerpos que llevan la misma carcajada impresa colgada de las gafas de sol. Hace calor, por lo menos treinta y cinco grados, pero no lo sienten. Huele a Carolina Herrera-imitación y crema bronceadora Deliplus, pero tampoco lo sienten. La música tecno les posee. No se oyen, el volumen de la música no lo permite, de todos modos, para qué. Irina y Kolenka salen de la piscina, toman su bolso Hermes-imitación y van al baño. Al rato vuelven con la nariz manchada de blanco. Entonces Bianca susurra algo en el oído de Francesca que inmediatamente se lo susurra en el de Karl, el cual lo hace en el de Hans y este en el de Lukas que grita eufórico: ¿Cocain? Ou yes, replica Alexei al escucharlo. Kolenka, que los mira desde arriba, se frotan la nariz y levanta los hombros en gesto contrariado. Los seis salen del agua, rodean a las dos moscovitas. Llevan incrustada la misma carcajada de antes, pero ahora da terror. La de Karl no, sigue siendo encantadora. Irina agita la cabeza en gesto de negación, Kolenka se estruja en el pecho su pequeño bolso Hermes-imitación. La música tecno sigue sonando en espiral. Treinta y cinco grados, el hielo de sus bebidas se ha diluido ya. Los seis se acercan más y más. Ninguno lleva mascarilla. Las acorralan. Karl se quita las gafas de sol y muestra sus profundos ojos azules intensificados bajo la radiante luz del sol. Las mira fijamente: I'm free of corona, les dice afectado. Natasha suspira y accede. Los seis lo celebran de camino al baño. Una vez allí, van pasando de dos en dos. De regreso Francesca y Alexei no están, han preferido quedarse en el baño mirándose a sí mismos como hacen el amor. Tecno, calor y olor a Boss de Hugo Boss. Bianca no sabe si es su cuarta o quinta copa. Lukas tampoco. Irina busca una sombra. Se tumba bajo una sobrilla de penacho tropical y ve la playa que se abre tras el cristal. Cómo no se había dado cuenta antes. Hay mucha gente. Unos hablan, otros leen, duermen y se bañan. Frente a ella dos niños juegan mientras la que debe de ser su madre le prepara un bocadillo de algo así como tortilla de patatas, piensa en ruso.

Elromeroenflor

 

 

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