Merdellón
Una de las estrellas en la terminología local malagueña, por su nitidez expresiva, es la palabra merdellón. Reconocida por la RAE, tiene dos etimologías: una popular que la deriva de la expresión merde de gens (en español mierda de gente) utilizada por los franceses en tierras del sur durante la ocupación napoleónica, y otra oficial que la sitúa en la voz latina merdellone (en español, merdoso).
El término no guarda un tono tan despreciativo como el de la procedencia francesa, aunque sí mantiene su rotundidad. Merdellón está entroncado con los modales y con su uso se reprocha un comportamiento soez, vulgar. Así, por ejemplo, en Málaga, si alguien hablase a gritos en un espacio no destinado a tal fin se le puede recriminar con algo así como: habla más bajo, no seas tan merdellón. O si a dos vecinos les diera por solucionar sus diferencias a golpes e improperios, o a un caradura por reaccionar mal cuando se le pillara intentado saltarse el turno en la cola del pan, también se estaría autorizado para tildarlos de tal.
Nada que no se pueda aplicar al común de los lugares. Sin embargo, en la sociedad malagueña, este vocablo es algo más, mucho más. Es una especie de mancha negra que recorre libremente la ciudad y de la que muchos huimos como si de la misma peste se tratara. Porque su definición va más allá del reproche a una conducta chabacana. Es parte del retrato de la identidad cultural de esta sociedad, de esa que adopta estos comportamientos como algo normal, incluso chistoso. Es la representación vívida de su esperpento, es decir, de las deformaciones de su espíritu, de la pérdida de su equilibrio (por falta o por exceso), articulado por actitudes grotescas y/o absurdas.
Pues bien, últimamente tengo la impresión de que esta mancha, de la que algunos tanto nos guardamos, ha traspasado las murallas de Málaga, extendiéndose y arraigándose, como chapapote, en otros territorios a la vista del talante merdellón que muestran cada vez más políticos y no políticos. Es penoso ver que dicha mancha convierte en pesadilla el sueño de la convivencia y en establos de baja estofa los lugares sagrados de la Ilustración, aquel movimiento gracias al cual se nos inculcó la idea de que los hombres, por medio de nuestro conocimiento, podíamos combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía para construir un mundo mejor.
He dicho.
Elromeroenflor
Comentarios
Publicar un comentario