La constante silenciosa


Una de las imágenes más expresivas de la semana ha sido, sin duda, la de una anciana buscando en unos contenedores de basura mientras pasaban delante de ella un grupo de manifestantes, envueltos en banderas españolas y gritando el lema “libertad” indiferentes a la privación e indigencia de la señora.

Como si fuera una de las más elocuentes ilustraciones satíricas de Quino, el creador de Mafalda, este suceso retrata muy bien, con gran dosis de ironía, a parte de nuestra sociedad. Porque que la derecha reivindique nada más y nada menos que libertad, comportándose con su habitual vehemencia nacionalista e indiferencia despiadada hacia los más vulnerables, es bastante irónico.

Sin embargo, más allá de esta caricatura, la imagen también muestra una constante silenciosa, origen, a mi modo de ver, de muchos de nuestros desencuentros convivenciales: la oposición que supone la mirada del ser egoísta y su contraria, la empatía. En el relato de Caín y Abel ya lo expresé, no como tema principal sino como características de los personajes. Mientras que uno de los hermanos se daba al altruismo en vida, el otro lo hacía a su propio beneficio. Estas dos fuerzas antagonistas también se recogen en el conjunto del suceso mencionado, es decir, de un lado, en la lectura que se hace de los elementos que forman parte de la composición (manifestantes, bandera española, libertad, anciana, pobreza, indolencia) y, de otro, en la mirada del cámara, de la persona que fue capaz de captar este momento.

Todo es cuestión de donde ponemos la mirada, si la dejamos reposada y descansada en el vergel de nuestro ombligo o si, por el contrario, le permitimos alzarse más allá de su confort para que conozca el mundo y al mundo. ¿En qué grado primamos nuestro interés?  ¿En qué medida nos ponemos en el lugar de los demás?

Si un amigo viene a casa y nos pilla comiendo, no es lo mismo que le ofrezcamos a que lo dejemos mirando. Tampoco es igual que a uno, en tiempos de escasez y confinamiento, le dé por comprar siete paquetes de papel higiénico por persona y semana, tres o uno a que se lave el culo con agua y jabón, que sería el colmo de la empatía. Igualmente es distinto dar un euro a aquel que viene pidiendo a arrearle cuatro patadas en las costillas, y más si acabamos de cobrar una pedrea de lotería. Como también lo es pagar como se debe a unos empleados a dejarles sin cobrar para gastárselo todo en langosta y otros onerosos placeres. Todo depende de donde pongamos la mirada.

Pues en política sucede lo mismo, todo depende de donde se pone la mirada. Es la constante silenciosa.

Nota por si acaso:

“¿Y quién se pone en mi lugar?”, reclamará el jeque del petróleo cuando lea este blog. A lo que le diré: "Eso ya se lo dejo a Quino, que sabe responder muy bien con sus ilustraciones."

He dicho.

Elromeroenflor

 


Comentarios

  1. Constante silenciosa que grita constantemente desesperada!!
    Gracias Romeroenflor!!

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