Postales de verano 13: El funeral
–Estoy hecho polvo –dice Acke, el hijastro del alcalde, antes de absorber la última ostra–. La muerte del viejo ha sido un mazazo. La ciudad está consternada. –Sí, era un buen tipo. –Que buen tipo ni qué coño. Era un hijo de la gran puta y se merecía morir como nadie, pero era como un padre para mí, joder. Oye, tú –le dice al camarero–, tráeme media docena más. ¿Estás seguro de que no quieres? –No, son todavía las diez. –Ay los franceses, no sabéis lo que queréis... Escucha, Jimmy –le advierte poniéndole la mano en la nuca y atrayéndolo hacia él– te lo voy a decir solo una vez: no me hagas tú también de lameculos, ¿ok? No se te ocurra joderme. A esta panda de alrededor se lo permito porque son imbéciles y no dan más de sí, pero a ti, no, ¿me oyes? Tú eres demasiado listo. –He entendido. –Muy bien –dice soltándole–. Me alegro… Y ahora tómate unas otras y una copa de champán conmigo. ¡Tú! –vuelve a dirigirse al camarero–, tráele a este una ración de ostras y una copa.