Postales de verano 11
Francesca y Alexis gritan al unísono al llegar al cuarto coito. Cuando terminan están exhaustos.
–Bravisimo! (¡Genial!) –exclama ella con la respiración entrecortada.
–Да здравствует Россия! (¡Viva Rusia!) –exclama él apenas sin aliento.
La italiana y el ruso siguen en la cama, abrazándose entre polvo y polvo desde hace ya más de tres horas.
–Creo que me estoy enamorando de ti –susurra él.
–Y yo de ti –responde ella ruborizándose mientras le corre una lágrima negra de rímel por la mejilla.
–Я люблю тебя, детка (Te quiero, pequeña) –le dice en esta ocasión en ruso. –I love you very much –repite en inglés.
–Me too (yo también) –y se besan sin sacar sus lenguas de la boca del otro hasta pasados más o menos cinco minutos. Luego se acarician, se ríen, lloran y se aprietan un poco más sin dejar ningún espacio entre sus cuerpos inflamados. El sudor pegajoso de agosto les da igual, también el calor pues los vapores químicos que expelen les mantienen suficientemente narcotizados, mareados en una sensación acuosa y ácida de placer y confort.
Esta noche, Alexis se ha quedado a su lado, se ha ocupado de ella desde que la ha encontrado medio desmayada en la puerta del Buda Bar después de que se bebiera la burundanga que Lukas y Karl le han puesto en la copa.
–El calor, ha sido el calor –se ha justificado Lukas al verle a él y a Natascha justo cuando estaba a punto de llevársela a algún boquete entre las rocas de algún espigón. Pero Alexis preocupado al verla así, la ha separado de los brazos del alemán, se la ha echado sobre uno de los hombros y ha cargado con ella hasta su casa. Quería ser él quien la acostara, quien la cuidara, quien la velara y Karl, temeroso de que le descubrieran no se ha opuesto. Por eso se la ha dado, se la ha dejado robar reprimiendo todo su calentón –aunque sea de momento –ha pensado viendo como el cuerpo de Francesca se ha ido alejando desvanecido sobre la espalda de Alexis. Los dos rusos le han jodido el plan de la noche, sí, sin duda en ningún momento había contado con eso. Tampoco con que la italiana fuera alérgica a la burundanga. –Con lo cara que está. Hay que joderse… –piensa.
–¡No llegues tarde mañana! –le ha gritado de pronto Natascha a Alexis antes de que no la oyera. –Este puto calor tropical… –se ha quejado después a Lukas que seguía inmóvil mirando la silueta mal iluminada de la italiana, con la ingenua esperanza de que pasara cualquier cosa que la pudiera recuperar. –Anda alemán –ha continuado la rusa–, espabila, que te invito a una raya. Vamos dentro –y se lo ha llevado terminando, sin saberlo, con el impulso violador de Lukas.
Luego, ya por la mañana, Francesca se ha
despertado con los ronquidos de Alexis, que dormía a pierna suelta esparcido
como podía sobre la ancha butaca estilo country que tiene la italiana junto a su
cama. Todavía se encontraba aturdida, no sabía qué había pasado, no lo recordaba y descubrir
a Alexis de esa forma, así repantigado tan grande, tan bruto pero tan
frágil, no le ha ayudado pues le ha dado un punto de ternura que, además de tocarle el corazón, ha hecho que suprima
cualquier intento de hacer memoria. Por el contrario, se ha
quedado un buen rato mirándolo, todo el que la vejiga ha aguantado. Entonces
tambaleándose, se ha incorporado y ha conseguido llegar al baño donde, quizás por el atontamiento,
no se ha percatado del fuerte olor que desprendía su orín. A continuación, se ha lavado las axilas, se ha desmaquillado con unos cuantos trozos de algodón que ha dejado tiznados sobre el lavabo, se ha vuelto a hacer la raya del ojo, se ha recogido el pelo con una pinza estampada con motivos cebra y al salir del baño se ha encontrado con Bianca
que salía de su dormitorio con la bolsa de deporte.
–¿Cómo estás? –le ha preguntado Bianca al verla.
–Muy cansada… Pero ¿qué pasó anoche?
–Te desmayaste, mia cara. Te cayeron mal los mojitos.
–Ah, por eso… ¿Y tú? ¿Dónde vas?
–Al gimnasio del Buda Bar. He quedado allí con Irina y los alemanes.
–Yo hoy no creo que vaya a salir, me voy a quedar en la cama todo el día. Mamma mia, necesito descansar.
Después, cuando Francesca ha entrado en el dormitorio Alexis ya estaba despierto. Por eso han comenzado a besarse y ya no han podido parar hasta después del cuarto coito.
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