Postales de verano 3: Ego, luego existo
La espuma del mar se abre delante de Kolenka. Rompe una ola. Apenas puede abrir los ojos, es lo único que ve. Rompe otra. Unas cuantas gotas le caen en la cara. Hace calor. Las gotas le refrescan. Huele raro, agrio. No lo identifica, algo así como a sushi California, agrio agradable. ─ Pero al de Fumisawa Sushi en Petrovka Ulitsa esquina con Dmitrovsky Pereulok que, sin duda, es el mejor. El de Mr Lee no huele así, es más, está asqueroso, seguro que los hacen con gato. Su sushi California huele a mierda de gato. Da igual ─concluye rendida . Le duele demasiado la cabeza para pensar. Rompe otra ola y cierra los ojos. Otro soplo de frescor, menos mal. Bajo ella la arena le calienta la parte inferior de su cuerpo. Abre los ojos y una hormiga, o algo parecido, sube y baja los pequeños montículos. ─Para ella seguro que gigantes ─piensa─. Tú puedes, guapa, tú puedes. Sube, baja, vuelve a subir. Las hormigas nunca se cansan, nunca les pasa como a ella en estos momentos que no se puede